1 Reyes 3:5–15NBV “Esa noche, el Señor se le apareció en un sueño, y le dijo: —Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré. Salomón le respondió: —Fuiste muy misericordioso con mi padre David, porque él era honesto, veraz y fiel a ti, y obedecía tus mandamientos. Y has continuado mostrándole tu misericordia, al haberle dado un hijo que se sentara en su trono. Señor, Dios mío, ahora tú me has hecho rey en lugar de David, mi padre, pero soy como un niño que no conoce el camino que ha de seguir. Y aquí estoy entre tu pueblo escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo. Dame sabiduría, para poder gobernar bien a tu pueblo y para tener un buen discernimiento de lo que es bueno o es malo. Porque, ¿quién con su propia capacidad puede cargar con una responsabilidad tan grande? El Señor miró con agrado esta petición, y se alegró de que Salomón hubiera pedido sabiduría. Por eso le respondió: —Por cuanto has pedido sabiduría para gobernar a mi pueblo, y no has pedido una larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido derrotar a tus enemigos, yo te daré lo que has pedido. Te daré una sabiduría como la que nadie ha tenido antes ni tendrá después. Y también te daré lo que no has pedido, esto es, riquezas y honor. Nadie en el mundo será tan rico y famoso como lo serás tú por el resto de tu vida. Y, si te mantienes en mi voluntad y obedeces mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, entonces te permitiré vivir muchos años. Entonces Salomón despertó y comprendió que había tenido una visión en sueños. Regresó a Jerusalén y entró en el santuario. Y mientras estaba delante del cofre del pacto del Señor, ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Luego invitó a todos sus siervos a un gran banquete”.
¿Qué cualidades de Dios se revelan en la oferta a Salomón? ¿En qué consistía la carga de Salomón? ¿De qué manera afectó su oración la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros? ¿Cómo respondió el Señor al pedido del rey?
La oferta que recibe el rey revela, primeramente, los riesgos que él está dispuesto a asumir en la relación con sus hijos, pues le estaba dando licencia para que escogiera lo que quisiera. Esta libertad es uno de los maravillosos regalos que Dios le ha hecho al hombre.
Asimismo, la respuesta de Salomón, que agradó sobremanera a Dios, nos permite ver el extraordinario potencial que puede alcanzar una vida que está enteramente centrada en los asuntos del Reino. Salomón pudo haber pedido cualquiera de las cosas que el Señor le mencionó posteriormente (larga vida, riquezas, la vida de sus enemigos) pero lo único que pesaba sobre su corazón era agradar a Dios cumpliendo responsablemente la tarea que Él le había confiado.
Cuando una persona está enteramente comprometida en los asuntos de Su Señor, todo lo que ofrece el mundo se torna menos que nada. A Salomón Dios le respondió pero en el camino, él no cuidó esa oración respondida de Dios y se desvió. ¿Hace cuánto que le dijiste a Dios “úsame para bendecir”?
Salomón no supo retener lo bueno que le dio Dios. Imagina por un momento que Dios se te aparece personalmente y te formula la misma pregunta que le hizo a Salomón: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Jesús también hizo esta pregunta a algunas de las personas con las que se cruzó durante los tres años de su ministerio público. ¿Cómo responderías a esa pregunta?
Medita por un momento en las implicaciones de esta oferta y los deseos más profundos de tu propio corazón. ¿Qué le pedirías a Dios?
Convierte en oración la respuesta que viene a tu mente. Imagina que este encuentro entre tú y Dios se produce, pero se invierten los papeles.
En lugar de preguntarle tú a Dios, Él te pregunta a ti: “¿qué deseas que yo haga por ti?”.
¿Cómo crees que Él respondería? ¿Estarías dispuesto a darle lo que Él te pide?
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