¿Sientes que te mereces todo en esta vida, que todo lo que has obtenido hasta hoy es por tu esfuerzo, por el sudor de tu trabajo y han sido tus pestañas quemadas las que te llevaron al nivel en el que estás? Creo que ha llegado el tiempo de tener una conversación seria con el Sr. Orgullo. Exactamente, como lo acabas de leer… No tiene sentido creerte la última Coca Cola del desierto. Estás viviendo “la vida del yo… yo, yo, yo, mi, mi, mi…” y precisamente eso causa aburrimiento: El estar enfocado en uno mismo, cuando el verdadero disfrute de la vida se encuentra en Dios.
¿Qué es el orgullo?
Orgullo es una actitud de corazón que hace que nos sintamos superiores a otros en algún área y que además, nos lleva a la autosuficiencia y a no depender de Dios. El orgullo es soberbia, arrogancia, altivez, enaltecimiento, jactancia, vanagloria, autosuficiencia y “creerte el ya no ya”. El orgullo es como el mal aliento: Todos lo notan, menos quien lo tiene.
Muchas veces nos sentimos vacíos en esta vida porque no nos damos cuenta de lo que Dios nos da. Es necesario vaciarnos de nosotros mismos y quitarnos el letrero “soy autosuficiente”. Dios nos creó con un destino más allá de lo que podemos imaginar o esperar. Debemos desechar de nuestras vidas la actitud de “si no pierdes, empatas”. Pues, independientemente de ser un mal estilo de vida, te puede llevar a la destrucción. No conozco hasta la fecha, un orgulloso que tenga un buen final. Te lo digo de buena fe porque el orgullo es como la barba en los hombres, tiene que ser rasurada a diario. En el caso de las mujeres, es como tener una cita con el espejo de la sinceridad. Me refiero a dejar de mentirnos a nosotras mismas y reconocer qué tan orgullosas estamos siendo. ¿Estás reconociendo los pequeños regalos que Dios te da todos los días y le das gracias por eso? Si la respuesta es NO, el ser malagradecido es el primer paso hacia el orgullo.
Proverbios 11:2 NBV “El orgullo te lleva hacia la deshonra; la humildad, hacia la sabiduría”.
¡Qué feo ser avergonzado por orgulloso! Pero, ese es el resultado para aquellos que no examinan sus corazones. Ahora, podemos luchar con el orgullo pero no debemos dejar que nos gane. Cuando se nos empiece a inflar el pecho, cuando pensemos que los aplausos son para nosotros, es tiempo de detenernos y respirar hondo para recordar que siempre Dios tendrá la forma perfecta de pinchar el globo y ¡plofff! apagarnos de una… e ir desconectando las fibras que nos conectan a una falsa seguridad en nosotros mismos. ¿Por qué esperar a que todo empiece a fallar? Cuando el negocio no marcha bien, cuando confías en tu talento y no te da el resultado esperado, cuando tus estrategias no sirven o cuando aquel en el que confiabas ya no está más. Pienso que es lo mejor volvernos a la humildad.
Deuteronomio 8:12-14 NBV “12Siempre existe el peligro de que cuando te hayas saciado y hayas prosperado, y hayas edificado casas hermosas, 13y cuando tu ganado y rebaños se hayan engrandecido y tu oro y tu plata se hayan multiplicado, 14caigas en el orgullo y te olvides del SEÑOR tu Dios que te sacó de la esclavitud en la tierra de Egipto. Por eso, ten mucho cuidado, ¡no te olvides del SEÑOR tu Dios!”.
Es muy conocida una frase que dice: “Si quieres conocer verdaderamente a una persona, dale poder porque cuando está en la cima, mostrará su verdadero yo”. Así sucedió con el Rey Uzías, él gobernó muy joven y su historia la podemos leer en 2 Crónicas 26. A los 16 años de edad, asumió el trono y reinó. En ese entonces, decidió empezar su reinado bien pero luego, se desvió.
2 Crónicas 26: 5 NBV “Mientras Zacarías vivía, Uzías siempre tuvo deseos de agradar a Dios. Zacarías era un hombre que tenía revelaciones especiales de Dios. Mientras el rey siguió los caminos de Dios, prosperó, porque Dios lo bendijo”.
2 Crónicas 26: 16-21 NBV “16Pero cuando vio que tenía tanta fama y tanto poder, se convirtió en un hombre orgulloso. ¡Fue ese orgullo el que lo llevó a la desgracia! Tanta fue su arrogancia que un día, desobedeciendo SEÑOR, Dios de sus antepasados, entró al templo para quemar incienso sobre el altar. 17,18El sumo sacerdote Azarías entró tras él con otros ochenta sacerdotes, todos hombres valientes, y le pidieron que saliera, y le dijeron: No le corresponde a usted, rey Uzías, quemar incienso. Esta es tarea exclusiva de los sacerdotes, de los hijos de Aarón, que estén consagrados para esta obra. Salga, porque ha traspasado el mandamiento, y el SEÑOR no lo va a honrar por esto. 19Uzías, lleno de ira, se negó a dejar el incensario que tenía en la mano, pero repentinamente quedó leproso. 20Cuando Azarías y los demás lo vieron, lo sacaron de allí enseguida. Él mismo estaba muy ansioso de salir, pues el SEÑOR lo había castigado. 21El rey Uzías estuvo leproso hasta el día de su muerte, y vivió aislado, separado de su pueblo y del templo. Su hijo Jotán se puso al frente del palacio, y fue quien asumió el gobierno de Judá”.
Hubo otro rey, él se llamaba Acab. Este fue malo, tan malo como Freddy Krueger, el de la película “Pesadilla en la calle Elm” pero le llegó el día en donde “hasta el más macho de los machos, se tiene que humillar”. Sí, llegó el tiempo de reconocer que sin Dios no podemos seguir viviendo… Dios nos observa desde el cielo y tú, que te sientes muy lleno de ti pero muy vacío… que te ves muy rico financieramente por tus euros y dólares en tus cuentas bancarias pero en bancarrota espiritual porque no tienes fondos en tu cuenta corriente de la felicidad. Es hora de reflexionar porqué vivir como caballos solo “relinchando” y queriendo hacer siempre “nuestra voluntad” cuando Dios nos llamó a ser reyes.
A los caballos se les pone un freno para poder guiarlos porque en un principio no son dóciles sino muy testarudos y cada vez que el orgullo quiere salir y volver a aflorar dentro de nosotros, quizá escuchamos como un relinchar y tenemos que decirle a Dios que no queremos ser cabezas duras sino que tome Él las riendas de todo nuestro ser y de nuestra vida. El orgullo es un pésimo consejero pues nos lleva a la vergüenza no una, sino varias veces: cuando siempre queremos tener razón, cuando no nos gusta que nos den la contra, cuando todos a nuestro alrededor se equivocaron menos nosotros… Muchas veces hemos dañado a personas que amamos solo por el cochino orgullo y ello, obviamente nunca nos lleva a un final feliz, sino a un final de ruina y soledad.
Hoy quiero despedir al orgullo de mi lista porque sé que los orgullosos viven aislados, excluidos de la dirección de Dios y yo no quiero eso ni para mí ni para ti. ¡Hasta aquí no más porque cortaré palitos con el orgullo! Todos tenemos una oportunidad de sentarnos a conversar con el orgullo para decirle unas cuantas verdades: “Me hiciste creer que me merecía las cosas, me engañaste que era por mi esfuerzo, por mi trabajo pero nada de lo que tengo ni nada de lo que soy es por mi propio mérito sino que todo es por la gracia de Dios. Así que, la próxima vez que quieras venir a visitarme, enviaré un agradecimiento a Dios y luego, pasaré a tirarte la puerta en la cara porque no te quiero decir bienvenido”.
Eclesiastés 5:19-20 NTV “19,20Y, naturalmente, está muy bien. Si Dios le ha dado al ser humano riqueza y salud es para que lo disfrute. Gustar de nuestro trabajo y aceptar la suerte que la vida nos deparó, es en verdad un don de Dios. Quien tal haga no tendrá que mirar triste hacia el pasado, pues Dios llenará de gozo su corazón”.
El orgullo no demuestra que te sientes superior sino que te sientes tan inferior y que necesitas ponerte por encima de los demás. Es como el cáncer, que comienza con pequeños síntomas pero que termina carcomiendo todo tu ser y destruyendo todas las áreas de tu vida. Así que, hoy decide y confiesa: “No rumiaré más mi pasado con el orgullo ni conversaré más con él porque no es mi amigo sino que es mi enemigo. Muy por el contrario, daré gracias a Dios cada día por cada uno de los regalos que me da y viviré para darle toda la gloria solo a Él”.
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