Salmo 87: 1-7 NBV “Sobre el santo monte está la ciudad fundada por Dios. El Señor ama los portones de Sión más que a todas las casas de Jacob. 3De ti, ciudad de Dios, se dicen cosas gloriosas. 4Entre los que me reconocen puedo contar a Rahab y a Babilonia, a Filistea y a Tiro, lo mismo que a Cus. Se dice: Éste nació en Sión. 5De Sión se dirá, en efecto: Éste y aquél nacieron en ella. El Altísimo mismo la ha establecido. 6Cuando el Señor anote en el registro a las naciones, dirá: Éste ha nacido en Sión. 7Y mientras cantan y bailan, dicen: En ti se hallan todos mis orígenes”.
Si queremos ser llamados “Ciudad de Dios” entonces debemos buscar la presencia de Dios. “Cosas gloriosas se dirán de ti” cuando estés en Su presencia. La gente te desconocerá pues serás otra persona cuando te impacte la presencia de Dios. No existen claves secretas para el éxito sino solo una y es estar en el secreto de Su presencia. Así que, busca la presencia de Dios cada día, no te desconectes de Él por nada ni por nadie, que sea el primero y el último en tu día.
Dedícale a Dios un tiempo definido para ir la fuente de Su presencia.
Es importante encontrarnos con Dios regularmente. No debe ser de vez en cuando ni dedicarle el tiempo que buenamente nos sobra. Es bueno hacer una cita con Dios y cumplirla. Por lo tanto, elige de preferencia un tiempo temprano en las mañanas y trata de respetar este tiempo a toda costa. Si tú le ofreces al Señor las primicias de tu día, esto será de gran bendición pues todo tu día estará controlado por el Señor. No lo veas como un tiempo que pierdes sino como un tiempo que inviertes. Mucha gente sale apurada de mañana a sus trabajos sin haber tenido tiempo para dedicarle al Señor y una vez allí, todo parece salirnos al revés y perdemos tiempo valioso porque nada sale como esperábamos. En cambio, cuando le damos al Señor el primer lugar, Él nos abre puertas y redime así nuestro tiempo. Además, cuando nos despertamos por la mañana, nosotros no sabemos qué nos depara el día ni lo que tendremos que enfrentar. Por ello es bueno, antes de hablar con ninguna persona, que busquemos la presencia del Señor pues allí encontraremos la fortaleza, la paz y el gozo necesarios para enfrentar lo que vendrá. Allí recibiremos ese toque de Dios en nuestro carácter que nos ayudará a revelar al Dios que amamos. Así no tomaremos decisiones en la carne ni actuaremos en nuestra propia prudencia, sino dirigidos por el Espíritu Santo.
Dile conmigo: “Tú eres mi fuente, por ti me despierto cada día, por ti estoy viva, a ti te debo todo. Todo es tuyo, sin ti nunca hubiera llegado tan lejos”.
Debemos entender que la fuente del cual proceden todas nuestras fuerzas, nuestra bendición y nuestra unción, están en la presencia de Dios.
Lee inteligentemente la Biblia.
Amigos, simplemente tenemos que ir y beber de Él y mientras nosotros nos mantengamos sumergidos en esa fuente, no tendremos sed jamás.
Salmo 36:9 NBV “Porque tú eres la fuente de la vida; nuestra luz viene de tu luz”.
No se trata de leer la Biblia para preparar una enseñanza que vayamos a dar a otros, sino para recibir instrucción para nuestra vida diaria. Para ello, debemos:
- a) Orar pidiendo al Señor que nos hable de manera personal en Su Palabra y que el Espíritu Santo nos ayude, de sabiduría y aconseje a través de ella.
- b) Seleccionar unos capítulos o un pasaje bíblico, etc.
- c) Lee el pasaje o porción de la Biblia que hayas escogido por lo menos dos veces y una de ellas, de ser posible, en voz alta. Ya que, tenemos memoria auditiva.
- d) Hazte preguntas como estas: ¿Cuál es el tema del pasaje? ¿Qué es lo que me enseña en concreto a mí? ¿Hay algún ejemplo que debo imitar? ¿Hay algo que yo pueda poner por obra? ¿Hay algún error o pecado que debo evitar? ¿Me muestra el Señor algo por lo cual arrepentirme? ¿Hay algún mandato que debo cumplir? ¿A lo mejor perdonar u honrar a mis padres? ¿Hay alguna promesa o bendición? ¿Hay algo sobre lo cual interceder?
Recordemos que la fuente es Él. Muchas veces creemos que la fuente es el dinero, un trabajo, pero la fuente de tu provisión y tu prosperidad no está en un trabajo o en cuánto dinero tienes ahorrando en el banco sino en Jesucristo porque Él tiene poder para bendecirnos y levantarnos económicamente.
Salmo 107:35 NBV “Pero también transformó los desiertos en fuentes de aguas, la tierra seca en abundantes manantiales”.
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