Cuentan que un alpinista
se preparó durante varios años para conquistar el Aconcagua. Su desesperación
por proeza era tal que, conociendo todos los riesgos, inició su travesía sin
compañeros, en busca de la gloria sólo para él.
Empezó a subir y el día fue avanzando, se fue haciendo tarde y más tarde, y no
se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo para llegar a la cima
ese mismo día. Pronto oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de
la montaña y ya no se podía ver absolutamente nada.
Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas estaban
cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a unos cien metros de la
cima, se resbaló y se desplomó por los aires.
Caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras
que pasaban en la misma oscuridad y tenía la terrible sensación de ser
succionado por la gravedad. Seguía cayendo…y en esos angustiantes momentos,
pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida,
pensaba que iba a morir, pero de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo
parte en dos…
Como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con
candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires sin ver absolutamente
nada en medio de la terrible oscuridad, no le quedo más que gritar:
“¡Ayúdame Dios mío, ayúdame Dios mío!”.
De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
“¿Qué quieres que haga?”
Él respondió: “Sálvame, Dios mío”.
Dios le preguntó: “¿Realmente crees que yo te puedo salvar?”
“Por supuesto, Dios mío”, respondió.
“Entonces, corta la cuerda que te sostiene”, dijo Dios.
Siguió un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y
se puso a pensar sobre la propuesta de Dios…
Al día siguiente, el equipo de rescate que llegó en su búsqueda, lo encontró
muerto, congelado, agarrado con fuerza, con las dos manos a la cuerda, colgado
a sólo DOS METROS DEL SUELO…
El alpinista no fue capaz de cortar la cuerda y simplemente, confiar en Dios.
Isaías 64:3-4 NTV “Cuando descendiste hace mucho tiempo, hiciste obras temibles, por encima de nuestras mayores expectativas. ¡Y cómo temblaron los montes! Desde el principio del mundo, ningún oído ha escuchado, ni ojo ha visto a un Dios como tú, quien actúa a favor de los que esperan en él”
NBV “ Así fue antiguamente cuando tú descendiste, pues realizaste obras portentosas, superiores a nuestras más grandes esperanzas, ¡y cómo temblaron los montes! Porque desde que el mundo es mundo nadie vio ni oyó jamás de un Dios como el nuestro, que se manifiesta en favor de los que en él confían.”
Superiores a nuestras esperanzas
Superiores a tus mayores expectativas
Eso es lo que Dios tiene para los que esperan en Él.
A veces por impacientes porque no sabemos esperar en el tiempo de Dios nos alocamos y somos como Sara, flaqueamos en nuestra fe. Génesis 15:5, Génesis 16, Génesis 17, Génesis 18.
Razonamos la promesa que Dios le dio a Abraham, y vemos la forma de ayudarle a Dios.
¿Qué milagro inesperado sucedió en la vida de Abraham y Sara? Dios los visitó, y en un año tuvieron su hijo al que le llamaron Isaac.
Porque lo que le había causado dolor, ahora sería risa para ella.
La sunamita ella sabía que Eliseo era un hombre de Dios y lo llevaba a cenar cada vez que él estaba allí, le construyó una habitación para que cada vez que pase por la ciudad el hombre de Dios se quede allí. Un día la visitó y le dijo qué podemos hacer por ti, sabemos que no tienes hijos. El año que viene, abrazarás un hijo. ¡Milagros inesperados!
Vas a ver cosas que no estabas esperando, pero quizá lo estás necesitando.
¿A quiénes Dios se las dará? A los que confían en Él
2 Crónicas 14:9-11 “Cierta vez un etíope llamado Zera atacó a Judá con un ejército de un millón de soldados y trescientos carros de guerra. Avanzaron hacia la ciudad de Maresa,por eso Asa desplegó sus ejércitos para la batalla en el valle al norte de Maresa. Entonces Asa clamó al Señor su Dios: «¡Oh Señor, nadie sino tú puede ayudar al débil contra el poderoso! Ayúdanos, oh Señor nuestro Dios, porque solo en ti confiamos. Es en tu nombre que hemos salido contra esta inmensa multitud. ¡Oh Señor, tú eres nuestro Dios; no dejes que simples hombres prevalezcan contra ti!”
Asa fue a la guerra confiado en el Señor.
Apóyate en Dios, yo no sé con qué este luchando pero si confías en Dios y te abrazas de sus promesas, verás milagros inesperados.
¿En quién esperar ayuda? Tu socorro tiene que venir de Dios.
Salmos 56:4 “Alabo a Dios por lo que ha prometido. En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?”
Prepárense los que esperan en Él.
Job decía en 13:15 “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré”
Job 42:10 “ Cuando Job oró por sus amigos, el Señor le restauró su bienestar. Es más, ¡el Señor le dio el doble de lo que antes tenía!”
Dios le restituyó al doble todo lo que perdió.
Sé que ahora estamos en pérdida, pero vendrá tiempos mejores. Donde tendremos al doble de lo que hoy estamos sembrando.
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