“El cielo azul nos habla de la grandeza de Dios y de todo lo que ha hecho. Los días y las noches lo comentan entre sí. Aunque no hablan ni dicen nada, ni se oye un solo sonido, sus palabras recorren toda la tierra y llegan hasta el fin del mundo.” Salmos 19:1-4 TLA
Hay momentos donde quedamos cautivados por la hermosura de las cosas. Cuando vemos una obra maestra de la arquitectura, admiramos al arquitecto. Cuando somos sorprendidos por la belleza capturada en una obra de arte, admiramos y aplaudimos al pintor. ¿Cómo reaccionamos cuando contemplamos la creación que nos rodea? O tal vez la pregunta debería ser: ¿será que nuestras distracciones y ansiedades nos quitan la oportunidad de disfrutar de la creación? Dios nos diseñó para que, al levantar nuestros rostros, nos deleitemos en Su grandeza.
Cada vez que tengo la oportunidad de ver el sol ocultarse, o estoy frente al mar, puedo sentir la inmensidad de Dios, su grandeza. Y eso me conmueve mucho porque me hace pensar cómo alguien tan grande, tan importante, tan relevante puede poner su mirada en nosotros, seres tan pequeños, imperfectos y tercos.
Tal vez la grandeza de Dios despierta ideas en ti. Levantas tu rostro y solo piensas en lo grande y transcendente que es el Creador de todas las cosas. En el universo existen un billón de estrellas en cada galaxia. Solo en nuestra galaxia tomaría tres mil años contarlas (claro, si pudiésemos contar una estrella cada segundo) y cada una de ellas ha sido colocada soberanamente por Dios. Pero ¿para qué?, ¿para qué tanta grandeza si nos sentimos abandonados?
Las nubes preparan la lluvia que hace crecer los frutos de la tierra. Así que, ¿qué exactamente proclaman los cielos? El amor y la bondad de Dios. Él está atento a Su creación. Él ha contado los cabellos de nuestras cabezas. Ni el volar de los pajaritos ocurre sin Su cuidado. ¡Dios nos cuida cada día! ¡No se ha desentendido de nosotros!
¿Por qué fallamos en ver la actividad de Dios en medio nuestro? Porque nuestros ojos están fijados lejos de Dios. Quizá vemos sólo nuestros problemas, sólo lo que nos perturba, pero no nos detenemos a ver a Dios en su grandeza. Cuando el alma de una persona no está fijada en Dios, entonces está fijada en angustias y afanes, se cierra y enceguece.
John Ruskin dice: “La grandeza no se enseña ni se adquiere: es la expresión del espíritu de un hombre que entiende que fue hecho por Dios.”
Levanta tu rostro otra vez, mira el sol, la luna y las estrellas, y recuerda que ellas están ahí porque Dios ama y porque Su amor ha sido extendido para que lo disfrutemos.
¡Disfruta la grandeza de un Dios inmensa, que te ama inmensamente, que se preocupa por ti inmensamente, que es tan grande que nunca podrás escaparte de Él! Clic para tuitearEstamos dentro del radar de Dios, Él no se ha olvidado tu dirección, volveremos a disfrutar de ese cielo azul.
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