v.1- 2 “A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche. En los momentos más difíciles, siempre busco a Dios.”
En muchas ocasiones me he encontrado ansiosa por una avalancha de temores que llegan a mi vida. Y me he dado cuenta que todo inicia con un solo pensamiento que me lleva a otro y eso corre de forma vertiginosa hasta convertirse en un caos mental. Todos estos escenarios te llena de angustia profunda. Solo la mente es capaz de producir miedo.
Somos nosotros los que decidimos nuestras alegrías, miedos, mucho antes de que los vivamos.
Concuerdo con Hellen Keller que decía: “es reconfortante y profundo el sentimiento de saber que lo se ve es temporal y que lo que no se ve es eterno”
Asaf, el escritor de este salmo, nos abre las puertas de su alma con su escrito, nos muestra cómo uno puede tener sus años pero aún enfrenta grandes temores.
Me gusta el v.19 “Hiciste un camino en el mar; te abriste paso entre las aguas, pero nadie vio jamás tus huellas.” Me recuerda todas las veces que me he sentido sola caminando sin rumbo y no he visto a Dios, pero Él ha estado cargándome en sus brazos, sus huellas son las que yo veía, porque cuando me faltan las fuerzas allí siempre está Dios.
Algo hizo que Asaf saliera de esta terrible angustia y depresión, fue que dejó de ser víctima de sus sentimientos. Cuando Asaf toma esta decisión, deja de centrarse en sí mismo y en sus circunstancias para enfocarse en su Dios.
La imagen que tenemos de nosotros mismos establece las fronteras y límites de nuestros logros.
La angustia jamás arregla nada. Más bien, ataca el miedo con acción.
En medio de tu angustia, no alimentes tu ansiedad. Detén tu mente y deja de cultivar los temores que causan tus circunstancias.
En medio de tu angustia, enfócate en Dios. No centres tus oraciones en tus peticiones, heridas, necesidades y sentimientos. Pregúntate quién es Dios y deja que Él sea quien te rescate de tu angustia.
En medio de tu angustia, profundiza en tu fe. Las pruebas son parte del proceso en el que Dios desarrolla para tu fortaleza espiritual. La esperanza no es que tu angustia se vaya, sino que tu fe en Dios crezca.
Escoge no angustiarte, decide tener dominio propio, entereza, resilencia y fe.
Ora y di: Dios mío, te entrego esto (que me angustia) lo dejo en tus manos, decido confiar, no preocuparme por aquello que no puedo cambiar. Hoy me hago libre de la ansiedad, recibo de tu paz.
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