¿Sabes qué fue lo que más impactó a los discípulos de Jesús? No fue cuando sanó con saliva a un ciego ni cuando resucitó a un muerto, tampoco cuando sacó una moneda de la boca de un pez y aún menos, cuando echó fuera los demonios y los puso en los cerdos, sino cuando oró.
Lucas 11:1 TLA “Un día, Jesús fue a cierto lugar para orar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se acercó y le pidió: Señor, enséñanos a orar, así como Juan el Bautista enseñó a sus seguidores.”
Ellos querían ORAR como Jesús. Es diferente “rezar” y “orar”. Rezar es recitar, repetir de paporreta lo que el corazón de otra persona ha querido decirle a Dios y eso a Él no le gusta. Mientras que, Orar es hablar espontáneamente a Dios lo que hay en nuestro propio corazón. Es tener comunicación directa con nuestro Creador, como si tuviéramos su número celular y pudiéramos llamarlo, sin necesidad de tener saldo en el nuestro.
Mateo 6:7 TLA “Cuando ustedes oren, no usen muchas palabras, como hacen los que no conocen verdaderamente a Dios. Ellos creen que, porque hablan mucho, Dios les va a hacer más caso.”
Las grandes sorpresas que Dios tiene para ti están en tu tiempo de oración, pasas minutos con los hombres y horas con Dios.
Lucas 11:2-4 TLA “Jesús les dijo: Cuando ustedes oren, digan: “Padre, que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios. Ven y sé nuestro único rey. Danos la comida que hoy necesitamos. Perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a todos los que nos hacen mal. Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti.”
¿Cómo le podríamos decir a alguien Padre si no estamos dispuestos a comportarnos como sus hijos? Muchos hablan con Dios como alguien tan lejano, antiguo u extraño, le dicen: “Oh, Santísimo, todo poder y gloriaaaaa…”. La oración del Padre Nuestro más que un modelo de oración fue un ejemplo de estándar de vida porque conforme es nuestra oración, debe ser como vivimos.
Si con nuestras palabras le decimos “Padre Nuestro”, en nuestra práctica diaria debemos demostrarle que sí lo es. Recuerda que Él conoce tu corazón y tus pensamientos y no le podemos engañar. Yo no le hablo así a mi papá, sino que lo hago con confianza, con amor… Hasta tengo muchas formas cariñosas de decirle como papito, por ejemplo. Así que, simplemente háblale de lo que está en tu corazón y de todo lo que quieres expresarle, sin olvidarte que Dios tiene oídos y que quiere responderte. Esto quiere decir que, no puede ser un monólogo la oración que le diriges sino un diálogo entre un Padre y su hijo.
No le digas “Nuestro” cuando dentro de ti hay egoísmo y solo piensas en ti mismo. Primero yo, después yo, luego yo. Esa es la oración del fariseo que oraba consigo mismo. No le digas así, si solo ves el espejito para preguntarle: ¿Quién es el más importante? Hay personas que cuando oran se acercan a sus necesidades, pero no a Dios. No seas de ese tipo de personas.
Le dices “Estás en los cielos” pero no lo haces de corazón. Si solo tienes en tu mente las cosas de esta tierra y te amontonas de ellas, pero no las disfrutas descuidando tu área espiritual que es la verdaderamente valiosa… entonces no lo hagas.
Decir “Santificado sea tu nombre” es muy grande. Si eres de los que dicen: “Ni que fuera monja para vivir en santidad. Eso ya pasó de moda. ¡Santos! Solo el apellido porque santos ya no existen solo en estampitas”. Tu vida tiene que honrar a Aquel al que oras y Dios es tres veces Santo.
Decimos “venga tu reino” pero porque piensas que solo tú serás el rey y por ello ya nunca recibirás órdenes de nadie. Dejas que Dios sea el copiloto, pero no el Rey y Señor de tu vida… El asunto es que no funciona así pues o Dios es Dios de todo o no es Dios de nada.
Tampoco intentes decirle “Hágase tu voluntad” cuando no quieres aceptarla y reniegas cuando las cosas no salen como quieres. Por dolorosa que sea, aprende que TODO lo que te sucede es con un propósito. No existen las casualidades sino las diosidencias.
Cuando digas “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” … No es que para mí es el croissant en plato de loza y que a los demás puedes darles pan francés de la semana pasada. Dios conoce las intenciones y los verdaderos deseos de tu corazón, con Él no podemos “hacernos los buenitos” si en realidad no estamos preocupados por las necesidades de los demás.
Hay que ser bien caradura para decirle “perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”. Cuando yo le guardamos rencor a una persona, lo tengo atado con cadenas de hierro. Por eso, hay que aprender a “perdonar y a olvidar” … No es fácil, pero podemos intentarlo.
Menos digamos “Y no nos metas en tentación” cuando yo mismo voy en busca de la tentación y me expongo. Decimos “es que la carne es débil”. Eso no justifica que me voy a dar dos veces con la misma piedra. No olvides que tu enemigo está al “acecho” como león que no come carne fresca en meses. Así que, quiere almorzarte… No seas tonto y no caigas en la trampa.
Por último, no te atrevas a decirle “Líbrame del mal” si ni nosotros mismos estamos dispuestos a salir de todo aquello que sabemos que está mal. Queremos tener un Libertador, alguien que haga el trabajo por nosotros, pero sin el mayor esfuerzo. Tienes que entender que, un soldado para salir conquistador tiene que luchar con toda su armadura puesta, hasta agotar el último cartucho.
¿Qué tal si esta vez haces esta oración con todo tu corazón? Te aseguro que tendrás otra perspectiva de las cosas… Sentirás como ahora tu Padre en los cielos, no solo te escucha, sino que también, te responde: “Este es mi hijo amado”.
Isaías 65:24 TLA “ Antes de que me llamen, yo les responderé; antes de que terminen de hablar, ya los habré escuchado.”
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