Siempre reconocer nuestra debilidad es el primer paso para recibir fortaleza.
Eric Moussambani Malonga es un nadador de Guinea Ecuatorial que ganó fama al representar a su país en los juegos Olímpicos de Sidney 2000. A pesar de su escasa preparación en la piscina de un hotel durante solamente ocho meses antes de los juegos, logró competir gracias a un programa diseñado para permitir la participación de deportistas de países en vías de desarrollo. Y cuando compitió, fue el último en completar la prueba de los 100 metros estilo libre con un tiempo que duplicó el del ganador. A pesar de ello, el público lo aclamaba por el valor que demostró al enfrentarse a grandes leyendas de la natación. Algunos detractores argumentan que hizo el ridículo, pero su carisma y tenacidad le valieron no solo la fama sino la posibilidad de superarse. En 2012 fue nombrado entrenador del equipo de natación de su país y ha mejorado muchísimo su marca personal.
Este deportista no tuvo miedo de reconocer su debilidad y esa actitud se convirtió en su mayor fortaleza. Lo mismo podríamos decir de Tomás, discípulo incrédulo que recibió de Jesús las pruebas que necesitaba para reafirmar su fe. Es bienaventurado el que cree sin ver.
Juan 20:24-26 “Tomás, uno de los doce discípulos, al que le decían el Gemelo, no estaba con los otros cuando Jesús se les apareció. 25 Cuando Tomás llegó, los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les contestó: No creeré nada de lo que me dicen, hasta que vea las marcas de los clavos en sus manos y meta mi dedo en ellas, y ponga mi mano en la herida de su costado. Ocho días después, los discípulos estaban reunidos otra vez en la casa. Tomás estaba con ellos. Las puertas de la casa estaban bien cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos, y los saludó diciendo: «¡Que Dios los bendiga y les dé paz!»”
Me identifico tanto con Tomás el incrédulo, él fue al que Jesús le dijo: “mete tus dedos en mis heridas”. Jesús no enfrentó la duda demostrando su perfección, sino mostrando sus heridas. Si de verás quieres conocer a nuestro Jesús, mira sus heridas, son ventanas directas a su corazón.
Tomás tuvo un encuentro, pero no con la gloria de Jesús, sino con sus heridas.
Después de dudar de Jesús y verlo resucitado con sus propios ojos, ¿qué temor podía tener Tomás? ¿Qué miedo puedes tener tú?
Junior Zapata dice tus amigos no se van a convencer de seguir a Jesús al ver que, hipócritamente, presentas una fachada de perfección y que nunca haz dudado.
Ellos creerán el día que les muestres las heridas de tu vida, las heridas de tus pies por los lugares en los que has andado, y la heridas de tu corazón por lo que has cedido. Soy una mujer a la que han herido mucho en la niñez al rechazarme, también a través de relaciones tóxicas. Nunca te metas con un controlador y celoso porque se friega la relación. Pero volvamos al ejemplo de Tomás.
Tomás no se encontraba presente cuando Jesús se apareció dónde estaban los discípulos. Al escuchar de sus amigos sobre su extraordinaria experiencia, Tomás fue honesto, y en vez de fingir que les creía, les dijo que a menos que él tocara a Jesús con sus propias manos, no creería lo que le habían relatado. Esto es una necedad muy grande, pero también debemos reconocer que, en medio de la arrogancia de sus palabras, podemos ver la humildad de Jesús quien se vale de esta situación para enseñarnos que Él es paciente con nosotros y nos ayuda en medio de nuestra debilidad humana.
Juan 20:28 “Tomás contestó: ¡Tú eres mi dueño y mi Dios!”
La Biblia nos enseña que con el corazón creemos y con la boca confesamos. Muchos intentamos creer con la mente, pero hay cosas imposibles de entender, que con el corazón se pueden creer. Tomás trataba de comprender y creer con la mente lo que estaba sucediendo. Cuando haya aspectos de Dios que te cuesta creer. Dios no se ofende si eres honesto con Él. Más bien, al igual que lo hizo con Tomás, te dará la oportunidad para que tu fe sea afirmada y puedas llamarlo como tu Señor.
Marcos 9:23-24 TLA “Jesús le preguntó: ¿Puedes confiar en Dios? Para el que confía en él, todo es posible. Enseguida el padre gritó: Sí, confío en Dios. ¡Ayúdame a confiar más en él!”
Juan 20:29 TLA “Jesús le dijo:¿Creíste porque me viste? ¡Felices los que confían en mí sin haberme visto!”
Es posible que en la vida debamos afrontar circunstancias en las que creer se hace cuesta arriba, nos sentimos débiles y desamparados. Es más, tal vez nos cuesta pensar que Dios puede hacer algo a nuestro favor, pero debemos recordar que al que cree todo le es posible. La Biblia llama doblemente bendecidos o bienaventurados a aquellos que sin ver, han creído. No te dejes guiar por el tamaño de tu problema, sino por lo grande que es tu Dios. ¡Nadie como Él que te levanta en medio de tu debilidad!
Hemos visto a Tomás como ejemplo de un discípulo incrédulo y necio, pero Dios siempre se concentra en lo positivo más que en lo negativo, y en Tomás desea que veamos a un hombre duro de corazón que al final, ante las evidencias, reconoce a Jesús como su Señor. Muchas veces somos como él. ¿Cuántas veces hemos condicionado nuestra fidelidad a Dios por lo que vemos?
No dudes más, Jesús te hará fuerte si te acercas a Él y reconoces tu debilidad. Abre tu mente y tu corazón a su amor, no trates de comprenderlo, acéptalo y confía plenamente en Él.
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