Resulta natural para nosotros dar toda la vida por garantizada, sin detenernos a apreciar la maravilla de la creación de Dios. Por ejemplo el cuerpo humano, utiliza sus aproximadamente treintaisiete billones de células para servirnos de diversas maneras todos los días. Hay tantas cosas que continuamente Dios está haciendo y hará por nosotros, que simplemente no las apreciamos, porque no hacemos una pausa. No nos tomamos un tiempo para estar en quietud. Es más algunos comienzan a leer y ya quieren que termine, no disfrutan “el proceso” estás aquí leyendo, pero tu mente está en tus pendientes que tienes que hacer al terminar la lectura. ¿qué dice Dios?
“Porque el Señor Dios, el Santo de Israel dice: «Sólo volviéndose a mí y confiando en mí serán salvados. En la quietud y confianza en mí está su fuerza” Isaías 30:15 NBV
Cuando nuestros procesos de pensamiento están llenos de preocupación, esto afecta nuestra forma de pensar. Luchamos para tener ideas creativas y enérgicas, lo que resulta en que produzcamos un trabajo descuidado e inexacto; terminamos enfocándonos más en la presión que crean los plazos que en la calidad de nuestro trabajo. Si la ansiedad y la preocupación nos dificultan comer o dormir, enfocar nuestras mentes se vuelve aún más difícil.
La desorganización se establece, porque no podemos procesar la información de manera efectiva y decidir qué es lo importante. Distraídos, saltamos de una tarea a otra sin la sensación de haberla finalizado. Esto resulta en la indecisión, la cual conduce a la improductividad. Algunas personas reaccionan convirtiéndose en adictos al trabajo, motivadas por preocupaciones con respecto al trabajo o la seguridad financiera. Cuando vivimos preocupados y temerosos, no consideramos la fidelidad de nuestro Dios para todos los que lo invocan en momentos de necesidad.
“¡Qué bendición fue esa quietud cuando los llevaba al puerto sanos y salvos!” Salmos 107:30 NTV
Aprendamos a descansar en el amor de Dios. Aprendamos a apreciar profundamente a quienes nos rodean y disfrutamos de relaciones armoniosas con nuestra familia y amigos. Somos capaces de amar y servir a los demás, perdonarlos, sentirnos agradecidos por ellos, animarlos y apreciarlos.
En La Biblia en el evangelio de Lucas capítulo 10 encontramos la historia de Marta y María.
En esta historia encontramos a Jesús y sus discípulos deteniéndose en la casa de las hermanas para visitarlas y comer. Mientras Marta se apresuraba dando vueltas por la casa preparando todo para la comida, María se sentó a los pies de Jesús y lo escuchó hablar. Finalmente, Marta se sintió tan irritada por tener que hacer todo el trabajo por sí misma que se quejó con Jesús.
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!» (Lucas 10:40).
Las palabras de Jesús probablemente la sorprendieron. «Marta, Marta […] estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará (vv. 41-42).
El problema no era que Marta estuviera trabajando. El problema radicaba en su actitud. Marta no estaba agradecida que Jesús hubiera venido a visitarla. Ella no apreciaba su presencia como lo hacía su hermana María. Marta estaba preocupada por la carga que creó su visita: preparar la comida, arreglar la casa, atender a los invitados. Jesús trató de mostrarle que ella necesitaba cambiar su enfoque. En lugar de darle prioridad a su trabajo, necesitaba darle prioridad a Dios y en quietud estar con Él. ¡Haz una pausa, deja de hacer las cosas, y conversa con Dios!
Jesús alabó a María por su actitud. Ella sabía que lo más importante no era lo que hacía, sino que estaba agradecida por la presencia de Dios y alineada con Él. María lo estimó por quien era y deseaba sentarse a sus pies con humildad para escuchar las palabras de Jesús.
Lo mismo sucede con cada uno de nosotros. Jesús conoce las intenciones detrás de nuestro trabajo y nuestra preocupación. Sabe que lo que realmente necesitamos es cambiar nuestro enfoque: de la actividad ansiosa a la relación reverente. Necesitamos calmarnos y en lugar de tratar de «hacer todas las cosas» orgullosamente por nuestra cuenta. Cuando estamos alineados con Jesús, nuestras preocupaciones se desvanecen. Llenos de gratitud por su presencia en nuestra vida, podemos ver cómo nos guía y nos bendice. Cuando estamos totalmente comprometidos con Él, nos sentimos paz y descanso. Mateo 11:28-29 TLA “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar.”
No te voy a decir más, porque la primera confrontada con este mensaje soy yo, me cuesta descansar en Dios, estar quieta, dejar de hacer “mis cosas” entregarle “mi tiempo”. Así que voy a dejar de escribir y sentarme a oír lo que Jesús tiene que decirme. Voy a aquietarme, fuera el afán, fuera la ansiedad, fuera las preocupaciones, hola la quietud.
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