v.1-2 “Hijo mío, pon atención a mi sabiduría; escucha atentamente mi sabio consejo. 2 Así aprenderás a ser discreto y te llenarás de conocimiento”
Si te contara todas las veces que me he metido en problemas por habladora.
Discreción es prudencia y sensatez para formar un juicio y tacto para hablar u obrar.
A veces tus peores enemigos, y tus amigos más confiables, son las palabras que te dices y repites en tu interior. Y lo que “de casualidad” se te escapa, diciendo “fue sólo un chascarrillo”, o “no me dijiste que no podía contarlo” me volví experta excusando a mi lengua de malas pasadas, pero aprendí la lección: debo ser discreta.
Elige tus palabras, que sean motivadoras, amables, que bendigan al otro, que no destruyan a nadie. Aprendamos lo siguiente: tus oídos no se cierran pero ¡tu boca, sí! Cuando discutas, porque vas a discutir, y veas que las cosas se están calentando, se sabio, y apaga las llamas con el silencio. El silencio es el arma más importante del poder; también es uno de los argumentos más difíciles de refutar. Clic para tuitear Habrá veces que tendrás que quedarte callado para que te escuchen.
Bien dice la Biblia en Santiago 3:5-8 “Lo mismo pasa con la lengua. Es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes cosas. ¡Piensen que con una pequeña chispa se puede incendiar un gran bosque! 6 La lengua es como un fuego, un mundo de maldad. Es uno de nuestros órganos y contamina todo el cuerpo; y encendida por el infierno, prende fuego a todo el curso de la vida. 7 El ser humano puede domar toda clase de fieras y las ha domado: aves, reptiles y bestias del mar; 8 pero nadie puede domar la lengua. Es un mal que no se puede frenar y que está lleno de veneno mortal.”
Hace mucho vi un pescado, colgado como trofeo en una pared, con un letrero que decía: “si hubiera mantenido la boca cerrada, no estaría aquí” ¡Es cierto” Lo que decimos es importante! Tu lengua siempre estará ansiosa por hablar, el mejor momento para mordértela es cuando sientes que debes decir algo.
¿Qué pasaría si modificáramos lo que decimos acerca de nuestros problemas más grandes?
Johann Lavater decía: “Jamás hables mal de alguien sin saber que es cierto y, si sabes que lo es, pregúntate para qué tendrías que decirlo”
Nuestra oración a Dios debería ser: “Dios mío, por favor, llena mi boca con palabras que añadan valor, y cuando haya dicho lo suficiente, házmelo saber”
No permitas que tu lengua diga algo por lo que luego tenga que pagar tu cabeza.
La lengua humana está a pocos centímetros del cerebro pero cuando escuchas lo que dicen algunas, pareciera que estuviera a kilómetros de distancia.
Siempre me digo a mí misma, si vas a comerte algo, mejor que sean tus palabras. Cuantas más palabras digas, más posibilidades hay de que tengas que tragarte algunas de ellas más tarde. Puedes decir más, diciendo menos. Piensa bien lo que vas a decir y a quién se lo vas a decir. Por algo Dios nos dio 2 oídos y una boca. Porque quiere que escuchemos más de lo que hablamos.
Colosenses 4:6 NBV “Hablen siempre con buen gusto y de forma amena. Así podrán contestar siempre las preguntas que les hagan.”
¿Qué de lo que nos repetimos a nosotros mismos cada día?
Proverbios 18:21 NBV “La lengua tiene poder para vida o para muerte; los que la aman sufrirán las consecuencias”
Recuerda que la persona más importante con quien hablas cada día, eres tú. Así que cuídate mucho de qué cosas te dices.
Solo para saber cómo se siente, por las próximas 24 horas no digas nada malo sobre nadie ni acerca de ninguna cosa.
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Gracias por ser una gran amiga del Espiritu Santo, una palabra justa y necesaria para mi vida