“Desearía no haber hecho eso. Ojalá no hubiera tomado esa decisión o aceptado aquello.” ¿Has mirado alguna vez tu vida en retrospectiva y sentido de remordimiento? Si es así, es probable que hayas experimentado algún tipo de herida emocional que pueda caracterizarse por culpa o vergüenza continua.
El “ojala nunca hubiera…” es un indicador de alerta de que hay algo profundo en nosotros que debemos arreglar delante de Dios.
Existe una culpa que aplasta nuestra alma como si fuera un bloque de cemento. Una culpa que grita: ¡Lo hiciste mal! Esa misma es la que te señala y te dice: ¡Eres una mala persona!: La culpa es mala consejera, te lleva a una cárcel, te quita el abrigo y te hace pasar frio. Quizá la culpa que sientas hoy no sea porque te echaste algo al bolsillo que no era tuyo, sino te puedes estar culpando por una época en tu vida, porque le fallaste a tus padres, porque perdiste tu carrera, o porque desperdiciaste juventud o dinero.
Lo cierto es que la culpa produce ansiedad. Desde el principio en Génesis 3:8 “Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa (Adán y Eva) oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles.”
¿Qué pasó con ellos? Nunca antes se habían escondido de Dios. Antes no tenían nada de ocultar. “Aunque en ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, no se sentían avergonzados.” Génesis 2:25 NBV hasta que apareció la serpiente y el fruto prohibido.
Ellos le dijeron sí, a la tentación de la serpiente y no a Dios. Y cuando lo hicieron, el mundo se aplastó como un acordeón. ¡Se pudrió todo! Adán y Eva se escabulleron entre los arbustos, se escondieron y sintieron una mezcla de vergüenza y miedo. Cómo yo escondida detrás del mueble de mi casa comiendo el milo con las manos. Leo la historia de Adán y Eva y pienso que nosotros hacemos lo mismo, siempre buscando maneras de escondernos.
Fíjate en la secuencia. Primero vino la culpa, inmediatamente después la ansiedad porque Adán y Eva no sabían cómo afrontar su fracaso. Y nosotros tampoco. Pero aún así, lo intentamos. No nos escondemos en arbustos. Tenemos formas más modernas para lidiar con la culpa:
- La negamos, nos ingeniamos un plan para cubrir nuestras malas decisiones. La minimizamos, decimos fue un error.
- La enterramos debajo de un montón de trabajo y muchas actividades, mientras más ocupados estemos, menos tiempo nos queda para pasarlo con la gente que más detestamos, nosotros mismos.
- La castigamos, nos lastimamos, con penitencias.
- Evitamos mencionarla y la neutralizamos.
Adán y Evan la escondieron detrás de hojas de higuera, arbustos y mentiras.
Una culpa no resuelta te convertirá en una persona infeliz, agotada, enojada, estresada y preocupada. ¡No le echemos la culpa a nadie, seamos responsables de nuestras acciones!
David lo vivió en carne propia cuando escribió “Hubo un tiempo en que yo rehusaba reconocer lo pecador que era. Pero era yo débil y miserable y gemía todo el día. Día y noche su mano pesaba sobre mí. Mi fuerza se evaporaba como agua en día de sol.” Salmos 32:3-4 NBV
La culpa succiona la vida, pero la gracia la restaura. Clic para tuitear La gracia de Dios es más grande que tu pecado. Lo que hiciste no fue bueno. Pero tú Dios es bueno. Y Él te perdonará. Él está listo para escribir un nuevo capítulo en tu vida.
Aférrate a al gracia de Dios. No te ahogues en la cloaca de tu propia condenación. Tu futuro importa más que tu pasado. Clic para tuitearDeja de culparte y pensar que seguirás repitiendo los mismo errores. Dios no quiere que te detengas en tu pasado. Dios te hizo libre de tus pecados, de tus errores del ayer; que nadie turbe tu alma. Que cese en tu mente la lucha con el remordimiento. Vive con la libertad de Dios, libre de culpa.
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