“El reino de Dios es como un hombre que siembra un terreno. 27Y la semilla nace y crece sin que él se dé cuenta, ya sea que él esté dormido o despierto, sea de día o de noche. 28Así, la tierra da fruto por sí misma. Primero brota el tallo, luego se forman las espigas de trigo hasta que por fin estas se llenan de granos. 29Y cuando el grano está maduro, lo cosechan pues su tiempo ha llegado”. Anochecía y Jesús les dijo a sus discípulos: —Vámonos al otro lado del lago. 36Y, dejando a la multitud, salieron en la barca. Varias barcas los siguieron. 37A medio camino se desató una terrible tempestad. El viento azotaba la barca con furia y las olas amenazaban con anegarla completamente. 38Jesús dormía en la popa, con la cabeza en una almohada. Lo despertaron y le dijeron: —Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo? 39Jesús se levantó, reprendió a los vientos y dijo a las olas: —¡Silencio! ¡Cálmense! Los vientos cesaron y todo quedó en calma, 40Y Jesús les dijo: —¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Acaso no tienen fe? 41Ellos, asustados, se decían: —¿Quién será éste que aun los vientos y las aguas lo obedecen?” Marcos 4:26-29, 35-41 NBV
El Reino de Dios es como cuando un hombre echa semilla en la tierra, duerme y se levanta, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Toda semilla tiene cosecha. Tú tienes una semilla, pequeña a tus ojos, una promesa de años, una Palabra de Dios que es como una semilla. Hoy, Él te dice: “Tú ya tienes la semilla, dormirás, te levantarás y no sabrás cómo… pero tu cosecha viene”.
Hay personas que tienen mucho insomnio, que no pueden dormir en las noches y que están afanados porque no tienen trabajo, porque tienen que pagar y se sienten abrumados. Pero si tú tienes una semilla y crees que Dios te la dio, dormirás tranquilo, te levantarás y tú no sabes cómo, pero Dios te dará tu cosecha. ¡Prepárate porque grandes granos recogerás! Dios no es deudor de nadie, Él ha visto tus lágrimas, Él ha visto tus ofrendas y esa fe, esa semilla será la llave de tu gran cosecha.
La Palabra de Dios es una semilla. Es decir que, cuando Dios nos da una Palabra, nosotros tampoco vamos a saber ¿cómo? pero Él nos dará la cosecha de esa Palabra. Jesús les enseñó claramente acerca de la FE cuando les dijo: “Vamos al otro lado”. Es decir, tú vas a un nuevo nivel, elevas tu fe y crees por lo que se viene. Tú irás al otro lado de la situación en la que vives, irás al otro lado con Jesús… Así como fueron los discípulos y vino una fuerte tormenta, era tan grande que la Barca se hundía y cuando iban para abajo, le dijeron: “¡Maestro, despierta que perecemos!”. Pero, ¿dónde está vuestra fe? ¿Dónde dejaron la fe? Cuando crees en Dios puedes descansar tranquilo y eso es lo que hacía Jesús… Él dormía.
Cuando Jesús dice “Vamos al otro lado” significa “Estate tranquilo, que vamos al otro lado”. Puedes ver que todo va mal, puedes tener diagnósticos no favorables, puedes ver la rebeldía de tus hijos, los papeles del divorcio, noticias que tu familia se desmorona, pero la Palabra de Dios nunca vuelve a vacía… ¡Dios cumplirá lo que te ha dicho!
“Él es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de su ser y el que sostiene el universo con su palabra poderosa.”. Hebreos 1:3 NBV
Cuando Él dice algo todo el universo se sostiene con Su Palabra. Hoy sostente de esa Palabra de tu Dios, tenle fe que pasarás al otro lado por más dura que sea la tormenta… “Tú estarás seguro”.
“Cuando pases por aguas profundas de gran tribulación, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos no te ahogarás. Cuando pases por fuego no te quemarás, las llamas no te consumirán”. Isaías 43:2 NBV
Hay algo que olvidaron los discípulos y es que Jesús estaba en la barca. Eso es lo que te quiero recordar… ¡Tú no estás solo!
Había una vez un alpinista experimentado, que había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura, pero quedó suspendido por los aires sin ver absolutamente nada en medio de la terrible oscuridad y no le quedo más que gritar: “¡Ayúdame Dios mío, ayúdame Dios mío!”. De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó: “¿Qué quieres que haga?”. Él respondió: “Sálvame, Dios mío”. Dios le preguntó: “¿Realmente crees que yo te puedo salvar?”. “Por supuesto, Dios mío”, respondió. “Entonces, corta la cuerda que te sostiene”, dijo Dios. Siguió un momento de silencio. El hombre se aferró más a la cuerda y se puso a pensar que sería difícil creerle a Dios. Al día siguiente, el equipo de rescate llegó en su búsqueda, lo encontró muerto, congelado, agarrado con fuerza, con las dos manos a la cuerda, colgado a sólo DOS METROS DEL SUELO… El alpinista no fue capaz de cortar la cuerda y simplemente, tener FE en Dios.
¿Qué harás tú te dejarás guiar por Dios?, tendrás una FE inconmovible en un Dios que cumple sus promesas.
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