“Mientras despedía a la multitud, Jesús les pidió a los discípulos que se subieran a la barca y se fueran al otro lado del lago. Al quedarse solo, Jesús subió al monte a orar”. Mateo 14: 22-24 NBV
Jesús y sus discípulos se encontraron en más de una ocasión con una tormenta y nosotros, en el viaje de la vida, tendremos que enfrentar seguramente más de una tormenta, pero algo que quiero que sepas es que Dios está allí en tus tormentas y en todo lo que te atormenta. Muchas de las tormentas que tuvieron que cruzar los discípulos de Jesús aparecieron cuando trataban de avanzar, entonces no siempre las tormentas aparecen como consecuencia de que estamos haciendo las cosas mal, pueden ser también la oportunidad perfecta para el momento arco iris que viene después de la tormenta.
No huyas de la tormenta. Tu tormenta puede venir en forma de un problema, puede ser una circunstancia adversa, puede ser una enfermedad o una situación difícil financiera o familiar pero con Jesús puedes cruzarla y llegar a la otra orilla sano y salvo. Hay bendición detrás de cada tormenta.
“Pero Jesús inmediatamente les gritó: ¡Calma! ¡No tengan miedo! ¡Soy yo!” Mateo 14: 27 NBV
Lo primero que va a venir a tu vida en un momento de adversidad es el desánimo y el temor. Es por eso que Jesús nos dice que no tengamos temor y que mantengamos la calma. El desánimo nos invade porque perdemos de vista a Dios y pensamos que estamos solos en medio de la tormenta. Por eso, debemos reconocer que aún en medio de la situación más difícil que nos toque vivir, Dios está con nosotros. Es necesario también, no dejar que el temor llene nuestros corazones. El temor muchas veces hace que solo veamos los problemas, el temor distorsiona la realidad y hace aparecer fantasmas en nuestras vidas.
Los discípulos al ver a Jesús gritaron: ¡Es un fantasma! El temor quiere que veas el fantasma de la pobreza, el fantasma del fracaso, el fantasma de la soledad o el fantasma de tu pasado. Ahora, el temor desaparece de nuestras vidas en el momento que entendemos que no estamos solos en medio de la tormenta, sino que Jesús está con nosotros en medio de la tormenta y si Jesús está en nuestra barca, esa barca no se hundirá. Muchas veces el temor y el desánimo nos llevan a llenarnos de excusas para simplemente dejar de luchar y hundirnos en la tormenta.
“Señor —le respondió Pedro—, si realmente eres tú, ordena que también yo camine sobre el agua y vaya hasta donde tú estás. Está bien; ¡ven! Sin vacilar, Pedro salió por la borda y caminó sobre las aguas hacia Jesús”. Mateo 14: 28-29 NBV
Caminar sobre las aguas no es otra cosa que dar pasos de fe. Cuando Pedro vio a Jesús caminando sobre las olas le dijo: “Déjame caminar contigo sobre las aguas” y la respuesta de Jesús fue: “Sígueme, tú también lo puedes hacer”. La barca tipifica tu zona de comodidad. En la barca estás limitado a lo natural. Mientras que, caminar sobre las aguas significa entrar en lo sobrenatural. Caminar sobre las aguas significa entrar en la zona de los imposibles, de los milagros y de los prodigios. Muchos son los que quieren caminar sobre el agua, ver milagros, muchos quieren que cosas sobrenaturales pasen en sus vidas, pero no están dispuestos a saltar de la barca.
Ahora, mientras estés en la barca nunca verás todo lo que Dios tiene para tu vida. Pedro se arriesgó y dio el paso de fe. Muchos quizá hemos criticado a Pedro porque se hundió, pero la verdad es que fue el único de los discípulos que caminó sobre las aguas. Jesús se agrada más de aquel que intenta y falla, que de aquel que se queda sentado en la barca. Lo más fácil y lo más cómodo es quedarse mirando desde la barca… Lo que realmente requiere de fe y coraje es salir de nuestro conformismo, dar el salto y empezar a caminar.
“Pero al percatarse de lo que hacía y de la inmensidad de las olas que se le echaban encima, sintió miedo y comenzó a hundirse. —¡Señor, sálvame! —gritó horrorizado. Extendiendo la mano, Jesús lo sujetó y le dijo: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”. Mateo 14:30-31 NBV
¡No mires las circunstancias! Pedro se hundió en el momento que dejó de ver a Jesús y puso sus ojos nuevamente en la tormenta. Si quiero vencer la tormenta no puedo enfocarme en el problema, debo enfocarme en la solución y la solución a nuestros problemas está en Jesús. Debemos dejar de enfocarnos y magnificar los problemas, debemos enfocarnos y magnificar a Dios porque mientras más grande sea tu Dios, más pequeña te parecerá la tormenta.
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