Muchas veces vivimos tiempos de injusticia, momentos en donde las situaciones suceden peor de lo que imaginamos. Pensamos: ¿Y ahora quién me defiende? Cuando éramos niños y teníamos una pelea en el colegio lo que siempre decíamos era: Espera, que cuando venga mi papa, te voy a acusar. Mi papá es más fuerte que el tuyo y vendrá a defenderme. ¿Qué pasaba si ese día no venía papá por ti sino la movilidad? O, ¿te tocaba ir solo a casa? Nadie te defendería.
Crecimos buscando defensores como cuando íbamos y decíamos: Mamá, mamá… me peleé con la que dijo ser mi mejor amiga y ahora, ¿qué hago? No tengo nadie quien me defienda de lo que dicen de mí. Puedo ver cómo vienen a tu mente las palabras que se levantan para juzgarte, los cuchicheos a escondidas que dañan y nos sentimos solos y nos auto preguntamos: ¿Y ahora quién podrá defenderme?
¿De quién? De ese novio abusivo, de ese cobrador exigente, del despechado que habla mal de ti, de la dizque amiga, del compañero de trabajo que cada vez que puede te pone mal ante el jefe, del dedo acusador que te recuerda tus errores, de tu oscuro pasado, de tus tardanzas…
Alguien diga ¡Yo! cuando volteamos a la derecha y a la izquierda y luego dijimos… ¿De dónde viene mi defensa? Pero he aquí la respuesta a nuestros juicios sin resolver:
“Hijitos míos, les digo esto para que no pequen; pero si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: a Jesucristo el justo.“ 1 Juan 2:1 NBV
¿Callejones sin salida? ¿Problemas sin solución? ¿A quién recurrir? ¡A Jesucristo, el Justo! Él es el único abogado que trata su caso y no cobra comisión… el único que atiende las 24 horas del día, los 7 días de la semana y sobre todo, año a año renueva su contrato como tu defensor eterno.
¿Dónde lo ubicas? Con los más necesitados, en las cárceles, con las viudas, dando consejos a quienes lo necesitan, proveyendo de manutención a las divorciadas, abriendo los cerrojos más duros de la cárcel, sanando y defendiendo a todo aquel que lo invoca.
“Y el Señor responde: ¡Yo seré el abogado de ustedes, yo defenderé su causa, yo los vengaré!” Jeremías 51:36 NBV
¿Quieres activar la defensa a tu favor? No hay pagos que hacer, debes dejar de luchar con tus propias fuerzas pues para salvarte Él no necesita ayuda. Cierta vez escuché que cuando un salvavidas quiere rescatar a uno de ser ahogando, tiene que ir cuando ya la víctima no tiene fuerzas para batallar… Es decir que si el salvavidas se acerca antes, puede hundir a ambos luchando en sus propias fuerzas.
No te justifiques siendo tu mismo abogado, debes salir del trono y de la posición de juez, debes dejar de pensar que te las sabes todas y cederle el puesto a aquel que sabe hacer su trabajo. Él siempre tiene la sartén por el mango y pone a sus enemigos rojos de la envidia al presentar defensa para ti.
“¿Quién nos condenará? Cristo fue el que murió y volvió a la vida, el que está en el lugar de honor junto a Dios, intercediendo por nosotros.” Romanos 8:34 NBV
¿Cuál es tu parte en el caso? “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no confíes en tu propia inteligencia. Busca la voluntad del Señor en todo lo que hagas, y él dirigirá tus caminos” Proverbios 3:5- 6 NBV
Cuando dejamos nuestra causa delante de Dios, es cuando la verdadera justicia opera. Clic para tuitear En nuestras fuerzas la justicia es limitada pero en las manos de Dios es total y absoluta. Clic para tuitearRecuerda… La última palabra la tiene tu abogado.
“Entonces él se enderezó y le preguntó:
―Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
1Ella dijo: Nadie, Señor.
―Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.” Juan 8:10- 11 NBV
¿Te sentiste condenado(a) porque te arrojaban piedras y no había quién te defienda? Habla con Dios porque solo Él cambia nuestra condición de culpable a inocente, de condenado a libre.
Qué mejor defensa que la de tu abogado Jesucristo, hoy decido entregar a Él toda mi defensa y ya no defenderme yo misma ni preguntar quién podrá defenderme. Porque yo sé quién es, se llama Jesucristo… El justo.
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