Jesús nos advirtió y nos dijo: “Es imposible que no vengan ofensas” pero lo que sí podemos evitar es que las ofensas contaminen nuestro corazón, amarguen nuestra vida y roben nuestras promesas. ¿Cómo lo podemos hacer? Perdonando. Vivir una vida sin perdonar es como dejar el freno de mano colocado cuando conduces. ¡No puedes avanzar o no llegarás muy lejos con odio en el corazón!
“Pedro se le acercó y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que haga algo malo contra mí? ¿Debo perdonarlo siete veces? —¡No! —respondió Jesús—, ¡perdónalo hasta setenta veces siete si es necesario! El reino de los cielos puede compararse a un rey que decidió arreglar cuentas con sus súbditos. En el proceso, le trajeron a uno que le debía cien millones de pesos. Como no podía pagarle, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, y también a su esposa, a sus hijos y sus posesiones. Al oírlo, el hombre cayó de rodillas delante del rey y le suplicó: Señor, por favor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El rey, conmovido, lo soltó y le perdonó la deuda. Pero cuando aquel mismo hombre salió de allí, fue adonde estaba alguien que le debía veinte mil pesos y, agarrándolo por el cuello, exigió pago inmediato. También este hombre cayó de rodillas delante de él y le suplicó: Ten paciencia y te lo pagaré todo. Pero su acreedor no quiso conceder ninguna prórroga, y lo hizo arrestar y meter a la cárcel hasta que la deuda quedara completamente saldada. Los amigos del encarcelado, entristecidos, acudieron al rey y le contaron lo sucedido. El rey, sin pérdida de tiempo, mandó llamar al hombre al que había perdonado. ¡Malvado! ¡Perverso!, le dijo. ¡Así que yo te perdoné aquella inmensa deuda porque me lo pediste, y tú no pudiste tener misericordia del otro como yo la tuve de ti? Tan enojado estaba el rey que lo envió a las cámaras de tortura hasta que pagara el último centavo. Así hará mi Padre celestial al que se niegue a perdonar a algún hermano”. Mateo 18:21-35 NBV
El perdón es un regalo que nos damos a nosotros mismos. Clic para tuitearEn Mateo 6, Jesús nos enseña que cuando perdonamos a los que nos ofenden, nuestro Padre Celestial también perdona nuestras ofensas. Lo interesante es que en Mateo 18, Jesús profundiza acerca del tema del perdón y cuando Pedro le pregunta: Señor, ¿hasta cuántas veces debemos perdonar? Jesús aprovecha para darnos una gran lección pues Pedro queriendo impresionar a Jesús dice siete, pero Jesús responde setenta veces siete.
Jesús no estaba queriéndole enseñar matemáticas a Pedro. Jesús nos estaba queriendo enseñar a todos que el perdón no es un evento ni cosa de un momento sino un estilo de vida.
- No es suficiente perdonar mucho.
- No es suficiente perdonar bastante.
- Jesús nos ha llamado a perdonar siempre.
Tenemos que pasar de vengadores a perdonadores.
No existe una venganza más dulce que el perdón. Clic para tuitearLas únicas personas a las que deberías tratar de devolverle lo que te hicieron, es aquellas que te han ayudado. Jesús nunca te pediría algo que no puedes hacer… Desiste a vengarte. La venganza parece dulce, pero en verdad es amarga. Jesús te pide que perdones siempre porque Él te perdona siempre. Lord Herbert dijo: el que no perdona destroza un puente sobre el que algún día va a necesitar pasar. Clic para tuitear
Cada vez que perdonas, estás siguiendo el ejemplo de Jesús. Las personas necesitan amor cuando menos lo merecen. Cada vez que perdonas, te pareces más a Jesús.
Jesús compara las deudas con las ofensas. Y habla de un siervo que le debía al rey millones. Hice el cálculo y la deuda al precio actual en oro sería de 3400 millones de dólares. Una deuda impagable.
Cuando pensamos en las ofensas, los problemas crecen, pero cuando perdonamos, los problemas se van. Luego habla de otro siervo que le debía al primer siervo de la historia, una deuda de aproximadamente a 15,000 dólares una deuda importante pero comparada con la deuda de 3,400 millones de dólares no era nada. Pero el primer siervo se olvido rápidamente de lo que se le había perdonado y no estaba dispuesto a perdonar la deuda de su consiervo. A nosotros se nos hace difícil perdonar en el momento que nos olvidamos la deuda impagable que Dios nos perdonó. Es por eso que Jesús nos enseña este principio: Tú vas a poder perdonar cuando te enfoques en la deuda impagable que Dios te perdonó y no en los centavos que te deben. Dios nos perdonó millones y nosotros nos resentimos por centavos.
Las ofensas afectan tu vida y la vida de las personas alrededor tuyo.
La ofensa de este hombre no solo estaba afectando su vida, sino que estaba afectado a su esposa, a sus hijos y toda fu familia.
Las ofensas, la falta de perdón y el odio no solo destruyen tu vida, sino que muchas veces también destruyen la vida de las personas que amas.
Una persona ofendida, va a ofender a otros.
Una persona herida, va a herir a otros
Una persona con odio va a contagiar de ese odio a otros.
Y muchas veces esos otros son las personas más cercanas a nosotros, nuestra esposa, nuestros hijos y nuestra familia, u otras veces esos otros son nuestros amigos, nuestros discípulos y nuestros líderes.
La buena noticia es que, así como el odio y la falta de perdón afectan negativamente las personas alrededor tuyo, el perdón afecta positivamente a las personas alrededor tuyo. Cuando José perdonó a sus hermanos, a pesar de que ellos no lo merecían, logró sanar su familia, logró restaurarla y bendecirla. Y tú eres el José que Dios ha escogido para traer sanidad, restauración y bendición a toda tu familia.
Cuando perdonas, puedes decir como José: Lo que el enemigo trató de usar para mal, Dios lo ha usado para bien. Clic para tuitearLas ofensas siempre van acompañadas de la ira.
Noten como reacciona el siervo que había sido perdonado, pero otros tenían una deuda, una ofensa contra él, fue y los agarró del cuello, en otras palabras, fue y comenzó a ahorcar a su consiervo. Y eso es lo que hace la ira ahorca nuestras relaciones, ahorca nuestras amistades, ahorca nuestras bendiciones y finalmente ahorca nuestro futuro.
Todos en algún momento hemos tenido ira y hemos querido ahorcar a alguien, pero Pablo nos enseña que el problema no es tener un momento de ira o enojo sino cuando dejamos que la ira controle nuestras vidas.
El enojo hace que durmamos con el enemigo… El perdón pone al diablo en retirada.
Las ofensas son una prisión.
Cuando una persona condena a otra y se niega a perdonarla, termina aplastada por el peso de su propio resentimiento. Las ofensas te mandan a una prisión de odio, resentimiento y dolor.
El odio corrompe tu corazón, tus pensamientos y tus actitudes. Lo interesante es que mientras el odio te trata de aprisionar, el perdón es liberador. Muchas personas viven prisioneras y no se han dado cuanta que tiene en su bolsillo la llave de su celda.
Lewis B. Smedes dijo: perdonar es poner en libertad a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú mismo. Clic para tuitearLas ofensas causan amargura.
Si quieres ser desdichado odia a alguien, si quieres ser feliz, perdona siempre. Clic para tuitear Muéstrame a una persona amargada y yo te voy a mostrar una persona ofendida.
La amargura es tóxica y venenosa y es un suicidio lento. La amargura es una raíz que contamina tu corazón y que contagia a otros. El perdón no solo sana sino arranca la raíz de amargura de tu corazón.
Todo el mundo debería tener una tumba especial en un cementerio en el cual pueda enterrar las faltas de sus amigos y de sus seres queridos.
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