No sé cuántos de nosotros hemos vivido momentos de pánico, como si alguien nos persiguiera hasta en la ducha… a lo Psicosis, quizá momentos en los que pensamos que no tendríamos salida a nuestros problemas, como si el laberinto de la Historia sin Fin fuese nuestra vida, estamos sumergidos hasta la coronilla como Bob esponja en un mar de incertidumbres y, lo peor de todo, sin saber nadar. La Biblia nos cuenta que alguien también se sintió así.
“¡Sálvame, oh Dios mío! Que las aguas ya me llegan al cuello. Cada vez me hundo más en el lodo, y no tengo dónde apoyar el pie. Estoy en medio de aguas profundas y la corriente me arrastra. He llorado hasta agotarme. Tengo la garganta seca y enronquecida. Tengo los ojos hinchados de llorar, en espera de que Dios me ayude” Salmo 69:1-3 NBV
Hace muchos años hice un viaje a San Andrés – Colombia con un grupo de amigos y una de las atracciones del paseo era subirse al Banano para que nos dieran una vuelta por el océano. Yo no sabía nadar ni flotar… En resumen, no sabía nada. Es decir que, ni el chaleco salvavidas podía salvarme, pero unos amigos me convencieron de que era seguro y me dijeron: “Aún si no sabes nadar súbete no más, yo voy delante y tú te sujetas de mí por detrás” … Otro me dijo: “No temas, yo sé nadar y puedo ayudarte”. Tomando su palabra, subí… Éramos cinco en el banano y mientras nos íbamos adentrando en el mar, las olas se tornaban más y más fuertes… ¡¡¡Ya se imaginarán cómo estaba yo allí descubriendo que uno de mis más grandes temores era el no sentir el piso dentro del agua… pero era tarde!!!
Mar adentro, el encargado dio media vuelta y todas mis fuentes de soporte se rompieron, la amiga que supuestamente me salvaría estaba a metros de mí, el chaleco salvavidas se me rompió y caí en medio del océano… Sí, pon cara de susto… porque es la cara ideal. No saben, tomé litros y litros de agua, sentía cómo mi cuerpo se hundía y era totalmente sumergido… Dentro de mí pensé: “Este es el fin” y tú puedes pensar porqué pensé eso… Lo pensé porque todos mis amigos estaban lejos de mí, solo escuchaba a lo lejos una voz que decía: “Wenddy no sabe nadar” y otra persona también decía: “Respira, usa tu chalecooooo” pero dime tú, ¿quién entiende ese tipo de sugerencias cuando está sumergido en el fondo del mar?
Bueno, lo único que me quedaba era dejar de esforzarme por flotar… Me rendí y dije: “Dios, ayúdame… no me puedo morir”. Enseguida vi, a lo lejos, a una experta nadadora que venía hacia mí al mismo estilo Baywatch y me cargó… Cuando salí a la superficie del agua, vi que seguíamos en medio de la nada… sin piso, sin saber nadar, con el chaleco medio roto, pero con Dios. Así que, sin salida a la vista pude darme cuenta una vez más que cuando nadie puede ayudarte, Dios siempre se hace presente pues me envió un ángel a sacarme para volver a respirar y ver su luz.
Hoy puedes estar sumergido en un sin número de vicios, en un pecado que no puedes dejar, como la pornografía o la masturbación. Quizá te sientes ahogado en tus pensamientos o estás tan sumergido a causa de tus problemas y que, como me pasó a mí, tus “soportes de seguridad están rotos”… Puede que te hayas quedado sin trabajo o que se haya cortado una provisión… Es decir, sientes que no tienes seguridad de lo que pueda pasar el día de mañana porque las cosas no son como parecen, ya que todo parece hundirse como un ancla que te jala hacia al fondo. Si ese es tu caso, quiero decirte que sea el lugar donde estés hundido y sumergido, con o sin fuentes de seguridad, hoy puedes orar como David:
“Sácame de este fango. No dejes que me hunda. Rescátame de los que me odian, y de estas profundas aguas en las que estoy” Salmo 69:14 NBV
Recuerda que hasta allí puede llegar Dios a rescatarte, sin importar cuán profundo sea el lugar donde estás… Le sucedió a nuestro amigo Pedro, el de la Biblia, pues Jesús estuvo ahí para extenderle su mano y lo sacó cuando estaba hundiéndose en el mar. Si mantienes tu mirada fija en Él, aunque estés sumergido en un mar de tormentas, podrás caminar sobre ellas…
Mi amigo, si se han levantado grandes olas y las ves imposibles de cruzar, te aseguro que, si Dios no te da una mano y te saca del agua, te hará caminar sobre ellas. Escoge estar sumergido, pero en la presencia de un Dios que corta tus fuentes de seguridad para que vuelvas tu mirada nuevamente a Él. Te aseguro que tu vida saldrá a flote, nadarás como nunca y te sumergirás con la seguridad de tener un Dios que es el que salva tu vida.
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