En el antiguo imperio romano, cuando un asesino era encontrado culpable, el castigo por su crimen era amarrarlo a la persona que el mismo había asesinado, al poco tiempo el cuerpo del muerto se descompondría y terminaría matando a su asesino. La culpa y la condenación actúan de la misma forma sobre nuestras vidas, es como si estuviéramos cargando un muerto sobre nuestra espalda, que nos va contaminando por dentro. Por ello, si queremos vivir vidas victoriosas debemos ser libres de la culpa.
“Así que a los que están unidos a Jesucristo ya no les espera ninguna condenación” Romanos 8:1 NBV
Nunca una persona que tiene la sombra de la culpa sobre su vida podrá ser verdaderamente feliz porque no importa a dónde una persona trate de huir o trate de refugiarse pues la sombra de la culpabilidad lo encontrará y lo hará sentir sucio, indigno y miserable. Jesús nos libera de los sentimientos de culpa. Repite conmigo: “… a los que están unidos a Jesucristo ya no les espera ninguna condenación”.
¿Qué hizo Dios para quitarnos la culpa?
“Dios tomó a Cristo, que no tenía pecado, y puso sobre él nuestros pecados, para declararnos justos por medio de Cristo” 2 Corintios 5:21 NBV
Jesús cargó no solo con nuestro pecado sino también con nuestra culpa y gracias a ello estamos limpios del pecado, libres de la culpa, justos delante de Dios.
“Así que, ahora que Dios nos ha declarado justos por haber creído, disfrutamos de la paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros” Romanos 5:1 NBV
Justificado significa “Ser hecho justo, como si nunca hubiéramos pecado”. Cuando Jesús te justifica… te limpia, te sana y te ve como si nunca en tu vida hubieras pecado. Alguien puede decir ¿“… pero y mi pasado”? Jesús ya lo borró. ¡No existe! Tú sólo tienes un presente victorioso y un futuro de bendición.
Si logras recibir la justificación, te habrás quitado un gran peso de tus hombros y podrás correr por la vida con la frente en alto, sabiendo que eres merecedor de todas las bendiciones de Dios.
La culpa es una arpía mentirosa que te quiere hacer sentir que no mereces las bendiciones de Dios o que no eres digno de sus promesas por tu pasado pero cuando uno es justificado entiende que no era digno de las bendiciones de Dios ni de sus promesas pero que a Dios le plació enviar a Su hijo para que tome nuestro lugar, pague la deuda y de esa manera ser merecedores de todas sus bendiciones.
Romanos 3:20 NBV “Y esto es así porque nadie puede alcanzar el favor de Dios por obedecer la ley, pues mientras mejor conocemos la ley de Dios más nos damos cuenta de que somos pecadores”.
Muchos viven sin gozo y sin paz porque tienen la idea equivocada que sintiéndose mal, llenándose de culpa y de condenación están pagando su pecado. Hay personas que piensan que sintiéndose culpables y miserables por seis meses porque fallaron a Dios y luego apelarán al sacrificio de Jesús en la cruz, ya solucionan todo. Pero es inútil esperar seis meses o un año cuando podemos ser libres de la culpa, pues por más que te esfuerces y sufras nunca podrás pagarle a Dios por tu pecado, porque no es por obras humanas es por fe.
Hay quienes piensan que sintiéndose sucios, indignos y miserables están agradando a Dios y están ganado Su perdón pero cuando te sientes así, a quien estás agradando es al diablo. Si tú realmente quieres agradar a Dios, ten un arrepentimiento genuino, cambia tu antigua manera de vivir y acepta el sacrificio de Jesús en la cruz.
Debemos entender que el perdón de Dios no se puede ganar ni se puede comprar porque ya alguien lo ganó para ti, su nombre es Jesucristo y Él te lo quiere dar gratis. Clic para tuitearJesús no quiere que tú te sigas culpando por tus pecados lo que Jesús sí quiere es que cambies tu estilo de vida. El diablo siempre te va estar diciendo: “Tienes que pagar, debes sentirte mal y culpable, debes sentirte miserable” pero tú sácale la lengua y dile: “No tengo nada que pagar porque Jesús ya lo pagó todo por mí”.
Hay quienes dicen: “Yo seré feliz cuando tenga mucho dinero”. Otros dicen: “Yo seré feliz cuando tenga un mejor trabajo” o “Yo seré feliz cuando me jubile” o “Yo seré feliz cuando me case” y unos cuantos dicen: “Yo seré realmente feliz cuando me divorcie”. Pero Jesús te dice que quites la culpa de tu corazón y que seas feliz hoy y todos los días de tu vida.
Hoy podemos ser felices en el lugar que nos encontramos porque nuestra felicidad no proviene del hombre ni de las cosas materiales, sino que mi felicidad está en Dios. Por eso, no importa dónde me encuentre pues si Dios está conmigo, yo siempre podré ser feliz.
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