1 Samuel 13:6 TLA “Muchos israelitas pensaron que no podrían vencer al ejército filisteo, así que fueron a esconderse en cuevas y agujeros, entre las piedras y dentro de pozos secos”
Los momentos de prueba o de cueva, siempre surgen cuando uno está en aprietos y la mejor solución a nuestro parecer es huir a una cueva. Aunque haya un día muy soleado, en una cueva siempre nos sentiremos solos, con frío y sin esperanza.
Una cueva siempre es oscura pues dentro de ella nunca podremos tener visión ni sueños, tenemos que salir a la luz de Dios para poder renovar nuestra mente y entender todo lo bueno que Él tiene para nosotros.
Existen otros que se esconden en los matorrales, arbustos bajos y de poco fruto, es allí donde viene el estancamiento, eso es cuando nos escondemos en nuestras limitaciones.
Unos se esconden en las rocas, que tipifica la dureza de corazón. Es decir, donde cae la Palabra pero el corazón ya no la recibe igual, donde la expectativa por las cosas de Dios y por servirlo… se va perdiendo. Ya no te sientes la misma persona, vas a una cueva de rocas en donde poco a poco te terminas convirtiendo en una de ellas.
No importa si hoy tu corazón está duro como una roca, Dios puede cambiarlo y derretirlo.
Otros más se esconden en las zanjas usadas para echar los cimientos. Esto es la aparente seguridad, la autosuficiencia que desarrollamos cuando pensamos que no tenemos que echar raíces en un lugar, que no necesitamos de nadie para construir.
Algunos se esconden en los pozos… Los pozos de la desesperación como en el Salmo 40… pozos de inmadurez por donde Dios en algún momento nos ha dejado entrar, para ser el blanco de calumnias de mentiras… Es allí donde tu autoestima es probada, donde te sientes rechazado.
Elías, en 1 Reyes 19, venía de tener una victoria frente a los profetas de Baal y es entonces que recibe una amenaza de la reina Jezabel.
Charles Spurgeon en su libro “Discurso a mis estudiantes” dice que el momento donde más sensibles somos al desánimo es después de un gran éxito.
1 Reyes 19:2 TLA “… Si mañana a esta hora no estás muerto, que los dioses me maten a mí”
En cualquier otro momento, Elías hubiera tomado ese mensaje con toda calma, pero después de todo lo que acababa de hacer, el mensaje lo aplastó y lo hizo huir.
1 Reyes 19:3 TLA “Cuando Elías supo esto, se asustó tanto que huyó a Beerseba, en el territorio de Judá. Dejó a su ayudante en Jezreel”
Elías dejó de mirar a Dios y comenzó a mirar sus circunstancias. Cuando dejas de mirar a Dios, tus problemas se hacen grandes y tu Dios pequeño.
V.4 “y anduvo por un día en el desierto. Después se sentó debajo de un arbusto, y estaba tan triste que se quería morir. Le decía a Dios: «¡Dios, ya no aguanto más! Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados»
Te agotas y el miedo invade tu vida. El temor nos hace sobre dimensionar los problemas.
Así también sucede con nosotros muchas veces, tenemos grandes victorias de parte de Dios, nos comienza a ir bien, vemos cómo nuestra familia está cambiando, pero de pronto viene una adversidad, un problema que hace que nos hundamos en el desaliento.
Cuando no tengas ganas de buscar a Dios, es cuando más tienes que buscarlo.
Es en esos momentos donde más debemos mantenernos firmes y alertas espiritualmente. Orando, ayunando, leyendo la Biblia y escuchando las buenas noticias “del periódico del Cielo”
1 Corintios 10:12 TLA “Por eso, que nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues puede ser el primero en hacerlo.”
Nunca somos tan vulnerables como después de una victoria. ¡Cuidémonos! ¡Seamos cautos! Reforcemos en esos momentos nuestra vida de oración, nuestra conexión con Dios y dependencia al Espíritu Santo.
La depresión y el desánimo nos llevan a la auto compasión y a desear morirnos. Elías había perdido la objetividad, estaba cegado. ¿Quién le había dicho que tenía que ser mejor que sus padres? Dios no… Dios sabía que él tenía todo lo necesario para ser un buen líder. Elías había logrado vencer la batalla contra los profetas de Baal y Asera pero Satanás le estaba ganando la batalla de la mente.
Este ejemplo es clave por que, aunque Elías había sido el vencedor, Satanás había logrado que en su mente él se sienta derrotado y acabado. Dios lo había llamado para que se consagrara a la tarea que se le había encomendado, no para que se comparara con nadie. Pero cuando estamos desalentados no vemos más allá de nosotros mismos y de nuestras circunstancias.
Elías sentía por eso, que nadie experimentaba lo mismo que él.
1 Reyes 18:13 TLA “¿Acaso no le han contado lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas de Dios? Yo escondí a cien profetas. A cincuenta los puse en una cueva, y a los otros cincuenta los puse en otra. Después los alimenté con pan y agua.”
Elías se había olvidado lo que Abdías le había dicho poco tiempo antes. En momentos así de desaliento busquemos a nuestro mejor amigo, el Espíritu Santo, que nos dice: “No estás sólo en medio de la cueva, yo estoy contigo.
¿Qué tenemos que hacer para encontrarnos con Dios?
Recurrir a nuestro consolador. Una de las mejores cosas que podemos hacer al estar dentro de la cueva del desaliento, es el explicarle a Dios con toda claridad cuáles son nuestros sentimientos frente a lo que nos ocurre. Entonces nuestro Consolador, el Espíritu Santo, nos recordara la Palabra de Dios que se aplica a nuestra situación.
Descansar en Dios te libera, te renueva y te restaura.
Si nuestras emociones están desafinadas, no hagamos nada. ¡DESCANSEMOS! Cuando estamos enfrascados en nosotros mismos, vayamos a dormir. Mañana será otro día. Basta a cada día su propio afán. Leamos salmos.
Hay quienes desean dejar todo cuando pasan por la cueva del desaliento. Quieren dejar el trabajo, el ministerio, la iglesia, etc. No debemos tomar decisiones permanentes por culpa de emociones temporales ni basándote en tus sentimientos. ¡Déjate guiar por tu Pastor!
Salmos 23:3 TLA ” Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú.
Dios le dijo a Elías: “¡Levántate!”. Es lo mismo que te dice a ti… ya lloraste lo suficiente, ya le diste vueltas al asunto, ahora cambia tu actitud.
Dios te mira en la cueva y te dice: “¿Qué haces ahí? Ese no es tu lugar, tu lugar es aquí conmigo en mi Presencia”. Dios le dice a Elías: “Sal fuera y ponte en el monte delante de Dios”.
Alaba a Dios. A Elías le pidió Dios subir al monte. Eso nos habla de tener una mayor comunión con Dios, de intensificar nuestra vida de oración y sobre todo de alabanza.
Cuando alabamos, ponemos a Dios en el único lugar donde debe estar… En el centro de nuestras vidas.
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