1 Samuel 1:1-6 TLA “En Ramá, un pueblo de los cerros de Efraín, vivía un hombre llamado Elcaná. Sus antepasados fueron: Jeroham, Elihú, Tohu y Suf. Todos ellos eran descendientes de Efraín.2 Elcaná tenía dos esposas: Peniná y Ana. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno.3 Cada año Elcaná y su familia salían de su pueblo para ir al santuario de Siló. Allí adoraban al Dios todopoderoso y presentaban ofrendas en su honor. Allí también trabajaban dos hijos del sacerdote Elí, llamados Hofní y Finees. 4 Cuando Elcaná presentaba un animal como ofrenda, les daba una parte de la carne a Peniná y a sus hijos. 5 Pero a Ana le daba la mejor parte porque la amaba mucho, a pesar de que Dios no le permitía tener hijos. 6-7 Como Ana no tenía hijos, Peniná se burlaba de ella. Tanto la molestaba que Ana lloraba mucho y ni comer quería. Todos los años, cuando iban al santuario, Peniná la trataba así.”
Elcana era un hombre rico, de buena posición económica y solo hombres de buena posición podían tener más de una mujer, pero a pesar de que Ana seguramente tenía una casa muy linda y todas las comodidades… había algo que le faltaba: Conocer a un Dios de milagros.
Existen personas que tienen de todo, han sido muy bendecidos, pero sienten que algo les falta, que hay un milagro que necesitan, que aunque se ven rodeados de la bendición de Dios no la sienten total. Pero debemos entender que hay muchas cosas más importantes que el dinero y que este no puede comprar:
– El dinero puede comprarte una casa, pero nunca podrá darte una familia… eso también es un don de Dios.
– El dinero puede comprarte un buen médico, pero no puede darte la salud que Jesús ganó en la cruz por ti.
– El dinero puede comprarte una cama, pero no el sueño. El único que se lleva toda ansiedad y nos hace dormir en paz y estar en Su presencia… es Dios.
– El dinero puede comprarte un lindo reloj, pero no podrá comprarte tiempo… Dios es el Dios de los tiempos.
En fin, el dinero puede comprar muchas cosas, pero nunca podrá comprarte paz, esperanza, felicidad y mucho menos la vida eterna. Por ello, al igual que Ana, todos nosotros necesitamos que Dios se acuerde de nuestras oraciones y haga un milagro en nuestras vidas.
Ana era estéril y quería tener un hijo. Esterilidad en muchos lugares era sinónimo de maldición, de vergüenza y de fracaso. Y así como Ana, todos nosotros en el fondo de nuestro corazón anhelamos un milagro que solo puede venir de Dios.
De repente tú necesitas un milagro financiero, un milagro familiar o quizá es algo que solo tú conoces en el fondo de tu corazón. Pero Dios es poderoso para suplir todas tus necesidades incluyendo ese milagro que nadie conoce que necesitas.
Muchas son las personas que hoy en día han perdido la fe en el Dios de milagros, pero si tú quieres ponerte en posición de recibir un milagro, tienes que creer en un Dios de milagros.
El diablo, muchas veces, va usar personas como Penina en nuestras vidas, personas que en vez de animarnos nos van a desanimar y nos van hacer pensar que las cosas nunca van a cambiar y siempre va a ser todo igual.
Penina hace que pierdas la esperanza, que mates tus sueños y que no creas en un Dios que se acuerda de ti y que quiere obrar un milagro en tu vida.
Te desafío a que creas que Dios te puede prosperar, a pesar de la crisis económica.
Te desafío a que creas que Dios te puede sanar, a pesar de lo que dicen los médicos.
v.7-10 “Todos los años, cuando iban al santuario, Peniná la trataba así. 8 En una de esas visitas, Elcaná le preguntó a Ana: «¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué te afliges? Para ti, es mejor tenerme a mí que tener muchos hijos». 9 Ana dejó de comer, se levantó y se fue a orar al santuario. El sacerdote Elí estaba allí, sentado junto a la puerta. 10 Ana estaba tan triste que no dejaba de llorar. Por eso oró a Dios”
Ana no solo creyó en un Dios de milagros, sino que oró y abrió su corazón delante de Dios.
Ora a tu Dios con todo el corazón. Haz una oración que te quiebre hasta que Dios te responda, una oración ferviente, una oración valiente.
En el momento en que empiezas a orar también se inicia tu victoria, en el momento que empiezas a orar se inicia también la derrota de tu enemigo, la derrota de la pobreza, la derrota de la enfermedad.
Cuando oras todos los recursos de Dios se ponen a tu disposición.
v.11 «Dios todopoderoso, yo soy tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date cuenta de lo mucho que sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo entregaré para que te sirva sólo a ti todos los días de su vida. Como prueba de que te pertenece, nunca se cortará el cabello».
Ana nunca se resignó con su situación, no se conformó con lo que tenía.
Ella nunca dijo: “Seguro que Dios quiere que yo sea estéril, seguro Dios no quiere que yo forme una familia. Ella se aferró al Dios de milagros y creyó”.
No te resignes a una vida sin expectativas. No seas como algunos que se han conformado con su situación y no esperan nada por cambiar: Dios tiene más para tu vida.
Cuando nosotros oramos, estamos haciendo que la mano de Dios se mueva y cambie nuestras actitudes, de manera que podremos estar verdaderamente receptivos a todo aquello que Él quiera decirnos, pedirnos o darnos.
V.16-18 “Pero Ana le respondió: Señor mío, no crea usted que estoy borracha. No he bebido vino ni cerveza. Estoy muy triste, y por eso estoy aquí suplicándole a Dios que me responda. 17 Entonces Elí le contestó: Vete tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido. 18 Y Ana le dijo: ¡Usted sí me comprende! Dicho esto, Ana regresó a comer y dejó de estar triste.”
Una vez que Ana recibió la palabra, cambió su actitud de tristeza, amargura y desánimo. Si queremos recibir el milagro, debemos cambiar nuestras actitudes frente a las circunstancias. La verdad es que muchas veces no podemos controlar nuestros problemas, pero siempre podemos controlar nuestra actitud frente a los problemas.
No podemos estar pidiéndole a Dios con una actitud negativa y pesimista.
Ana cambió su actitud porque supo en su corazón: “Dios a escuchado mi oración y me va a responder”.
V.19 “A la mañana siguiente, Elcaná y su familia fueron al santuario para adorar a Dios, y después de eso regresaron a su casa en Ramá. Tiempo después, Elcaná y su esposa Ana tuvieron relaciones sexuales, y Dios permitió”
Dios se acuerda de ti, Él es el Dios de milagros.
Mi fe vuelve a estar viva en mi Dios de milagros… Oremos hoy y Dios nos oirá.
El tiempo ha llegado para dar respuesta a tus oraciones.
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